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- Prevención del fracaso escolar, principalmente en niños de riesgo biológico.
- Programas de prevención de consumo de sustancias adictivas, alertando de los daños cerebrales asociados.
- Prevención secundaria. Se ve favorecida por la mayor plasticidad cerebral, especialmente en los casos en los que el tratamiento se inicia de modo precoz. No obstante, la atención al daño cerebral, especialmente en el plano cognitivo, sigue siendo una asignatura pendiente. Muchas veces se retrasa, excesivamente, el tiempo de espera hasta recomendar un programa de rehabilitación cognitiva, o, lo que es más grave, se priva al paciente de esta posibilidad. Resulta inadecuado el planteamiento de “esperar y observar” que todavía se utiliza en ciertos ámbitos asistenciales: cuando una persona ha sufrido daño cerebral, el tratamiento cognitivo se debe realizar con la mayor precocidad posible, no solo por el efecto positivo sobre su plasticidad cerebral, sino porque además de la intervención tiene un valor intrínseco que refuerza al paciente y disminuye el riesgo de reacciones psicopatológicas desadaptativas.
- Prevención terciaria. Es el ámbito de la rehabilitación cognitiva que menos ha sido estudiado, aunque en los últimos años está cobrando cada vez más interés la posibilidad de realizar intervención cognitiva incluso varios años después de que se haya producido el daño cerebral. Cabe pensar que la estimulación y el entrenamiento neurocognitivo al cabo de varios años tras una lesión puede mejorar el estado general del paciente, produciendo algún tipo de reorganización en su sistema nervioso.
PREVENCION DE DAÑOS CEREBRALES INFANTILES
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